miércoles, 13 de febrero de 2013

¿Os apetece un San Valentín "diferente"...?


Un año más…llegó San Valentín, el “día de los enamorados”.

Supongo que muchos de vosotros os preguntaréis, ¿y qué tiene este día de especial? Y, ¿qué pasa si no estoy enamorado/a?

Es cierto que se critica mucho el consumismo que se genera con él, como con otras muchas celebraciones conocidas, y, desde luego, esta crítica está justificada.

Sin embargo, sí que tiene sentido y es muy positivo el hecho de que podamos hacerle explícito a alguien lo especial que es para nosotros. Ahora bien, no sólo ese día, sino todos los demás.

Está claro que uno de los aspectos que se deterioran más con el paso del tiempo en las parejas es precisamente éste: el mimar a la otra persona, el decirle que es especial, tener un detalle con él/ella. Es muy frecuente que en terapia se tengan que trabajar estas “tareas”.

Por eso, hemos de valorar que en San Valentín se ponga de manifiesto que hay que hacer esto, pero, desde luego, no es suficiente con sólo un día. Yo más bien lo recomendaría hacer, al menos, un día a la semana.

Mucha gente puede pensar: “Yo no tengo tiempo para hacerlo tan a menudo” o “¡menudo coste económico con la que está cayendo!”

Un detalle no tiene por qué ser material, ni tiene por qué requerir de mucho tiempo. De hecho, una mirada de unos treinta segundos de complicidad al día con la pareja es casi suficiente para mantener intimidad. Un detalle puede ser un paseo, dedicarle cinco minutos para charlar a esa persona tan especial, un baño, un masaje, una nota, una caricia, una carta, una llamada telefónica, preparar un plato especial…

¿Por qué nos cuesta tanto hacer “un regalo”? Nos cuesta esfuerzo incluso pensar en ello, y quizás sea porque no estamos acostumbrados a esos pequeños gestos. Para empezar, ni con nosotros mismos.

El amor a uno mismo está mal considerado en nuestra cultura. Se identifica con el egoísmo. Y nada más lejos de la realidad. Amarse a sí mismo es una manera de aprender a amar. Poco se puede enseñar del respeto a los demás si a tí mismo no te respetas.

Pero, ¡cuidado! aprender a amarse es aprender a escucharse y respetarse, aceptando nuestros límites. Es decir, saber que no somos perfectos y permitirnos no serlo.

Desde este punto de vista es importante la forma en que nos cuidamos, pues está muy relacionada con la autopercepción y con los estados de ánimo. Cuidarse es tenerse en cuenta, escuchar las propias necesidades, reconocer que existimos y ocupamos un lugar en el mundo y que tenemos derecho a sentirnos bien, a procurar por nuestro bienestar en todos los ámbitos de nuestra existencia.

Esto que teóricamente parece elemental, no está incorporado en nuestra cultura ni, en concreto, en el mundo de las mujeres, por los mensajes sociales recibidos.

Por eso hoy, en el día de San Valentín, os voy a proponer una idea que TODOS/AS vais a poder llevar a cabo (no importa la edad, sexo, tener o no pareja, condición económica…),

¿y qué pasa si no estoy enamorado/a?: también la vas a poder poner en práctica.

La tarea es la siguiente: que cada uno se haga un regalo a sí mismo, un pequeño detalle, simplemente darnos un capricho (hacer una actividad que nos reconforta, conversar con un viejo amigo/a, darnos un masaje, escuchar nuestra canción preferida, o decirnos unas palabras bonitas sobre nuestras capacidades).

Empecemos a querernos nosotros mismos para poder querer a los demás y compartir después con ellos. Así estaremos en mejor disposición para celebrar con ellos éste y otros muchos días.

 

 


sábado, 9 de febrero de 2013

¿SOMOS ROMÁNTICOS/@S?


Me resulta curioso constatar lo interiorizado que tenemos el ideal romántico en nuestra sociedad.

En ocasiones, se tiende a pensar que sólo es explícito en las mujeres, pero lo cierto es que nos influye mucho tanto a unos como a otras. ¿Quién no ha oído, en infinidad de ocasiones, que el mejor modo de estar en la vida es “estar en pareja”?, incluso se verbaliza que el óptimo estado es “estar enamorado/a” (a pesar de que sabemos que el enamoramiento es un estado pasajero que no dura mucho tiempo y se acaba). ¿No es cierto que, pese a que conocemos multitud de rupturas de parejas y fracasos matrimoniales actualmente, cuando estamos inmersos en una relación seguimos pensando que “lo nuestro” es para siempre, o que, al menos, ése es el ideal?
 

No podemos obviar, que procedemos de una tradición cultural en la que se
ha dado mucho valor al amor, al romanticismo, a la “vida en pareja”, de hecho, podemos verlo reflejado en multitud de literatura, en el cine, en los cuentos infantiles, por ejemplo, de Walt Disney, (¿quién no recuerda el famoso final de “…fueron felices y comieron perdices…” que solía ocurrir después de que un hombre y una mujer, siempre pareja heterosexual, se casasen?).

 Lo cierto es que nuestros antepasados más cercanos (padres y abuelos), en su gran mayoría, se han casado y vinculado con sus parejas “para toda la vida” y eso todavía tiene mucho peso en la actualidad. No nos han preparado para las rupturas, ni para estar “solos”, no tenemos apenas modelos previos.

 

Sin embargo, sí que se están dando en la sociedad una serie de cambios que propician que las personas nos vinculemos y nos desvinculemos varias veces en la vida, es decir, que, a lo largo de nuestra vida, tengamos diferentes parejas y que estemos solos en otros períodos de la misma.

 

Por lo tanto, ¿tiene sentido que tengamos unos “ideales” o nos propongamos unas metas que cada vez tienen menos que ver con el modo de vida actual, con la realidad?, ¿acaso no nos generarán frustraciones si no se cumplen?, ¿podemos desprendernos tan fácilmente de algo que se nos ha inculcado durante tanto tiempo?, ¿será positivo para nuestras relaciones de pareja actuales pensar que es bastante probable que se acaben y comiencen otras?, ¿será positivo para las personas que no tienen pareja y se obsesionan en encontrarla?

 

Lo cierto, es que no es fácil desprendernos de este ideal tan presente en nuestra sociedad, y que aunque hemos de ser conscientes de sus limitaciones y de que puede generar frustraciones y dificultades en las rupturas, también tiene algo positivo que aportarnos, pues no podemos estar inmersos en una relación de pareja pensando constantemente que se va a terminar, ya que eso significaría el fin de la misma. ¿Y qué sería de las relaciones amorosas sin ilusión?