Un año más…llegó San
Valentín, el “día de los enamorados”.
Supongo que muchos de vosotros
os preguntaréis, ¿y qué tiene este día de especial? Y, ¿qué pasa si no estoy
enamorado/a?
Es cierto que se critica
mucho el consumismo que se genera con él, como con otras muchas celebraciones
conocidas, y, desde luego, esta crítica está justificada.
Sin embargo, sí que tiene sentido
y es muy positivo el hecho de que podamos hacerle explícito a alguien lo
especial que es para nosotros. Ahora bien, no sólo ese día, sino todos los
demás.
Está claro que uno de los
aspectos que se deterioran más con el paso del tiempo en las parejas es
precisamente éste: el mimar a la otra persona, el decirle que es especial,
tener un detalle con él/ella. Es muy frecuente que en terapia se tengan que
trabajar estas “tareas”.
Por eso, hemos de valorar que
en San Valentín se ponga de manifiesto que hay que hacer esto, pero, desde
luego, no es suficiente con sólo un día. Yo más bien lo recomendaría hacer, al
menos, un día a la semana.
Mucha gente puede pensar: “Yo
no tengo tiempo para hacerlo tan a menudo” o “¡menudo coste económico con la
que está cayendo!”
Un detalle no tiene por qué
ser material, ni tiene por qué requerir de mucho tiempo. De hecho, una mirada
de unos treinta segundos de complicidad al día con la pareja es casi suficiente
para mantener intimidad. Un detalle puede ser un paseo, dedicarle cinco minutos
para charlar a esa persona tan especial, un baño, un masaje, una nota, una caricia, una
carta, una llamada telefónica, preparar un plato especial…
¿Por qué nos cuesta tanto
hacer “un regalo”? Nos cuesta esfuerzo incluso pensar en ello, y quizás sea
porque no estamos acostumbrados a esos pequeños gestos. Para empezar, ni con
nosotros mismos.
El amor a uno mismo está mal
considerado en nuestra cultura. Se identifica con el egoísmo. Y nada más lejos
de la realidad. Amarse a sí mismo es una manera de aprender a amar. Poco se
puede enseñar del respeto a los demás si a tí mismo no te respetas.
Pero, ¡cuidado! aprender a
amarse es aprender a escucharse y respetarse, aceptando nuestros límites. Es
decir, saber que no somos perfectos y permitirnos no serlo.
Desde este punto de vista es
importante la forma en que nos cuidamos, pues está muy relacionada con la
autopercepción y con los estados de ánimo. Cuidarse es tenerse en cuenta,
escuchar las propias necesidades, reconocer que existimos y ocupamos un lugar
en el mundo y que tenemos derecho a sentirnos bien, a procurar por nuestro
bienestar en todos los ámbitos de nuestra existencia.
Esto que teóricamente parece
elemental, no está incorporado en nuestra cultura ni, en concreto, en el mundo
de las mujeres, por los mensajes sociales recibidos.
Por eso hoy, en el día de San
Valentín, os voy a proponer una idea que TODOS/AS vais a poder llevar a cabo
(no importa la edad, sexo, tener o no pareja, condición económica…),
¿y qué pasa si no estoy
enamorado/a?: también la vas a poder poner en práctica.
La tarea es la siguiente: que
cada uno se haga un regalo a sí mismo, un pequeño detalle, simplemente darnos
un capricho (hacer una actividad que nos reconforta, conversar con un viejo
amigo/a, darnos un masaje, escuchar nuestra canción preferida, o decirnos unas
palabras bonitas sobre nuestras capacidades).
Empecemos a querernos
nosotros mismos para poder querer a los demás y compartir después con ellos.
Así estaremos en mejor disposición para celebrar con ellos éste y otros muchos
días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario